En un Twickenham colmado por 83 mil espectadores, récord absoluto para el rugby femenino, Inglaterra derrotó con autoridad a Canadá por 33-13 y levantó por tercera vez la Copa del Mundo. Las Red Roses, impulsadas por su jerarquía colectiva y el poderío de su pack, ratificaron su dominio en una final vibrante que marcó un antes y un después para la disciplina.
El inicio fue cuesta arriba para las locales. La presión y los nervios del ambiente llevaron a un error en el line, que las canadienses aprovecharon para abrir el marcador con un try de la veloz Asia Hogan-Rochester a los cinco minutos. Sin embargo, lejos de desmoronarse, esa conquista fue el punto de quiebre: Inglaterra tomó el control y ya no lo soltó.
Ellie Kildunne, elegida la mejor jugadora del mundo en 2024, empató rápidamente con una gran acción individual en velocidad. Luego, el line-maul, arma letal de las europeas, se hizo sentir: Amy Cokayne y Alex Matthews ampliaron la ventaja, cerrando el primer tiempo con un claro 21-8.
En el complemento, la dinámica no cambió. Cokayne volvió a aparecer para marcar su segundo try y estirar aún más la diferencia. Canadá, con orgullo y buen juego de manos, buscó reaccionar y otra vez Hogan-Rochester apoyó para mantener la ilusión, pero la defensa inglesa se mostró infranqueable en los momentos decisivos.
La octava Alex Matthews selló la historia con su doblete a diez minutos del final, coronando una actuación que combinó solidez defensiva, potencia en el maul y oportunismo en ataque.
El pitazo final de Hollie Davidson desató la fiesta en Londres: Inglaterra volvió a gritar campeona del mundo, esta vez en casa y ante un marco imponente que confirmó el crecimiento imparable del rugby femenino. Una conquista con sabor especial, que reafirma a las Red Roses como la gran potencia del planeta.