PADRES EN EL RUGBY Y EL HOCKEY: ACOMPAÑAR, NO PRESIONAR, ES LA CLAVE DEL DEPORTE INFANTIL

El deporte infantil, ya sea en una cancha de hockey o en un campo de rugby, tiene como principal objetivo formar personas: transmitir valores, aprender a convivir en equipo, respetar a los rivales y a la autoridad, y sobre todo divertirse. Sin embargo, lo que debería ser un espacio de crecimiento y juego muchas veces se ve empañado por la presión que ejercen algunos padres sobre sus hijos.

En los últimos años se multiplicaron episodios en distintas disciplinas —peleas en las gradas, insultos a árbitros y entrenadores, exigencias desmedidas a los niños— que dejan en evidencia un problema educativo y cultural. Si bien el fútbol suele ser el más expuesto mediáticamente, el rugby y el hockey no están exentos. La raíz del problema es clara: los niños copian lo que ven y los padres, junto con los entrenadores, son sus principales modelos de referencia.

El psicólogo deportivo español Joan Riera advierte que “cuando los padres ponen la mirada solo en el ganar, los niños pierden la motivación, se frustran más rápido y en muchos casos abandonan el deporte antes de tiempo”. Esto se traduce en algo concreto: el chico deja de divertirse y empieza a vivir el deporte como una obligación.

La presión que confunde y bloquea

Muchos padres, con la intención de “ayudar”, terminan generando el efecto contrario. Gritar indicaciones desde la tribuna, corregir lo que dice el entrenador, preguntar solo por el resultado del partido o recriminar un error provoca que los chicos se bloqueen, no sepan a quién obedecer y experimenten un nivel de estrés que el deporte infantil no debería tener.

El resultado suele ser doblemente dañino: los chicos juegan con miedo a equivocarse y al mismo tiempo sienten que decepcionan a quienes más quieren. A la larga, esta dinámica erosiona la autoestima y puede llevarlos a abandonar la práctica deportiva.

El rol positivo de los padres

En cambio, cuando los padres entienden que el partido es de sus hijos y no de ellos, la experiencia cambia por completo. Acompañar significa alentar, estar presentes, valorar el esfuerzo, enseñar a aceptar derrotas y errores como oportunidades de aprendizaje. También implica ser ejemplo en la tribuna: respetar al árbitro, al entrenador y a los rivales.

En rugby y hockey, donde los valores de respeto, solidaridad y trabajo en equipo son fundamentales, este acompañamiento es todavía más necesario. El deporte no es solo un marcador; es una escuela de vida.

Aplaudir lo bueno, no solo condenar lo malo

Si bien los episodios negativos suelen ser los más visibles, es justo destacar que la mayoría de los padres son aliados valiosos: celebran el progreso, disfrutan de ver a sus hijos en movimiento y entienden que lo más importante no es el resultado, sino la formación integral.

Quizás sea tiempo de que los medios, los clubes y la sociedad también pongan en primer plano esos ejemplos positivos, para que se multipliquen y sirvan de inspiración.

En definitiva, la mejor hinchada que puede tener un niño o niña en el rugby y el hockey son sus padres alentando desde afuera, orgullosos no del gol o el try, sino de que su hijo se divierta y crezca como persona dentro de la cancha.

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